Echar una siesta es saludable. El problema es cuando son demasiadas prolongadas. Las siestas en personas mayores forman parte del envejecimiento, pero también puede ser un síntoma de la enfermedad de Alzheimer y otras demencias. Y una vez que se diagnostica la demencia o su precursor habitual, el deterioro cognitivo leve, la frecuencia y/o duración de las siestas se acelera rápidamente.